Cabe la posibilidad de que, en alguna ocasión, hayas vivido algún conflicto en tu entorno de trabajo que no has sabido abordar en su momento. Confrontar el problema, tomando la iniciativa, puede ser el punto de partida para comenzar a construir unas bases mucho más sólidas, en tu interacción con el resto de los compañeros.
En consonancia con ello, creamos un mejor clima de trabajo, donde fluye la confianza entre todos los miembros del equipo y, por lo tanto, aportamos un mayor rendimiento.
Cuando hablamos de un conflicto lo hacemos para hacer referencia a determinadas situaciones en las que los intereses, necesidades o sentimientos por parte de dos o más personas están en contraposición, por lo que resulta difícil que lleguen a un entendimiento.
Todo conflicto no tiene por qué verse siempre como un mal mayor, pues éste puede ser positivo si se afronta de manera adecuada. Para ello, no podemos olvidarnos de emplear el diálogo como herramienta clave.
Precisamente, tener esa voluntad de dialogar es la base de toda resolución, aunque también suele ser la decisión más difícil de tomar, pues nunca encontramos el momento adecuado para ello y esperamos que el conflicto se resuelva por sí solo. Como muchos habréis podido comprobar, con esta actitud lo único que se consigue es que ese problema siga estando latente, intoxicando el ambiente de trabajo y las relaciones entre los compañeros.
Si queremos encontrar una solución, no vale “tirar balones fuera” y eximir el papel que hemos jugado para que ese desacuerdo se haya producido y se siga manteniendo en el tiempo. Debemos buscar el momento y el lugar adecuado para dialogar con la otra persona y preguntar todas las dudas que tengamos al respecto.
No podemos perder de vista que nuestro objetivo es alcanzar un acuerdo que satisfaga a ambas partes, por lo que tenemos que mantener una escucha activa que nos permita comprender el planteamiento de la otra persona. Además, es muy importante que iniciemos este diálogo con una mente abierta, y aceptar la posibilidad de que, a lo mejor, nosotros también nos hemos equivocado.
Mantener una conversación “sana”, libre de prejuicios, culpas y descalificaciones personales es, desde mi punto de vista, el camino correcto para alcanzar esa vía de entendimiento, en la que debemos ser asertivos y hablar abiertamente de cómo nos sentimos, qué opinamos y qué proponemos para encontrar una solución al conflicto.
No hay que olvidar que, en toda resolución, ganan todas las partes implicadas. Así pues, alcanzar este logro implica dar por finalizada una situación, que como he mencionado anteriormente, genera crispación, rechazo y desconfianza en el entorno laboral.
Sandra Gallego Chaves